Así te fuiste, como has vivido con energía, hasta tu ultimo suspiro sin tiempo para agonías consecuente con tu vida pasaste a mezclarte con esa naturaleza que tanto amabas y era la razón de tu vida, con la que peleabas y disfrutabas, en fin vivías sin esa actividad a veces pesada pero constante, tu vida no hubiera tenido razón de ser.
Gracias por tu ejemplo, por los ratos de tertulia contándonos tus experiencias y tu sabiduría de la vida, por tu conversación pausada, tan pocas veces entendida por los que estamos mezclados en la vorágimen de relojes y prisas sin saber donde vamos.
En estos tiempos que tanto se habla de equilibrio sostenido, de agotamiento de recursos naturales, de ecologismo... ni entre todos los activistas de greenpeace encontraríamos mayor defensor de la naturaleza que tú. En la puerta de tu casa no hay un contenedor de reciclaje pero, de tu puerta hacia dentro encontramos el mayor ejemplo de aprovechamiento de recursos, no había nada que no tuviera su utilidad para ti, desde un clavo hasta las piezas de un electrodoméstico cansado de funcionar. Con tus manos de artesano todo lo transformabas, todo tenía su utilidad, y no hablo de hace 50 años cuando los medios escaseaban y no quedaba otra, NO, hablo de estos días de abundancia, que con medios suficientes seguías viviendo consecuentemente con tu forma de ser, respeto absoluto por la naturaleza y sin dejarte contaminar por esta sociedad consumista, de usar y tirar.
Gracias por hacerme meditar sobre las cosas que realmente merece la pena valorar.
Reflejo para mí de un padre (tu hermano) que nos dejo tan pronto que no me dio tiempo a compartir mis experiencias y conversación de adulta, cuando se empieza a valorar la cercanía de los seres queridos.
Te has ido con la primavera, con la que estoy segura que no te perdías ni un segundo de cada brote de cada hoja o cada flor, pero yo te aseguro que cada primavera estarás presente en nuestras vidas. Cuando veamos asomar los primeros síntomas de vida de esos árboles o esos injertos que con tanta ilusión plantaste para nosotros, nos harán recordar la energía de un chaval.
Desde el corazón, Gracias. (Vicente Sánchez)
Al tí Miguel y a la tí
María del rincón
Este
fin de semana, como cada primer fin de semana de julio desde que ella murió, cuando me encuentre
de copas por ahí brindaré por ellos. Por la tí María y por el
tí Miguel; los del rincón del barrio de abajo de
Palazuelo. La verdad es que tenía pensado pasar estos días por
la tierruca pero razones que no vienen al caso no va a ser así. Y me hubiera gustado rendirles homenaje sentado en la barra del bar de mi
amigo Germán, allí en Palazuelo, y haberme tomado con él unas
cervezas. Incluso sopesaba la idea de acercarme cerveza en ristre al
camposanto, donde ambos ya descansan, y eso que no soy muy amigo de visitas
a este tipo de lugares. Las visitas, y la compañía, procuré hacérselas en
vida, que era cuando más me daban, más lo necesitaba y más se lo agradecía. Ahora ya...
Siento que nunca los disfruté lo suficiente y que nunca les
demostré todo lo que les quería. Quizá, con este insignificante
reconocimiento pretenda, en vano, pagar todo lo que me dieron y demostrar
cuánto significaron para mí.
Cuando era un rapaz, ingenuo de mí, pensaba que siempre estarían ahí cada
vez que llegara al pueblo. Que siempre me darían cinco de los antiguos duros
a escondidas para comprarme chucherías cada vez que me portaba mal ya que mi
madre se negaba a soltar viruta, cómo no, tras arrearme un estacazo con una
zapatilla. O que siempre cuando me levantara en invierno cada mañana, cuando
bajara del sobrao enturunao de frío, estaría allí la tí
María sentada en el escaño, calentándome la ropa en la lumbre y con la
morcilla preparada en el pote para desayunar. Pero claro, a esas edades lo
único que uno se plantea a largo plazo es qué pedir en la carta a los Reyes
Magos. Poquita cosa más.
Aunque vagamente, recuerdo aquel primer verano en que me quedé solo con
mis abuelos en el pueblo. Era yo un manzanillo de no más de cuatro años
cuando por avatares de la vida mis padres hubieron de dejarme con ellos. Por
aquella época el ti Miguel y la tí María todavía
tenían hacienda que atender así que por si aquélla fuera poco les llegaba
crío que aun sin levantar un palmo del suelo ya apuntaba maneras de canalla.
¡Madre de Dios, cuánta guerra les daría durante aquel mes de julio! Después,
con el paso los años, y durante las largas charlas que manteníamos al calor
de la lumbre durante las visitas de rigor, contaban entre carcajadas todas
las tropelías que cometí durante aquel mes que me tuvieron con ellos. La
osadía de adoptarme se saldó con un conejo medio ahogado en la pila de las
vacas y con un ojo a la virulé, una gallina coja, no sé cuántos huevos
escachados y un desfalco considerable en el vasar donde guardaban el
chocolate a la taza que rayaban todas las mañanas para desayunar. Las
huellas que dejaban mis incisivos en las tabletas fueron la prueba
irrefutable para declarar al abajo firmante como culpable del delito por
más que servidor se declarara inocente tras jurar haber visto a una pareja
de ratones huir del lugar de los hechos con parte del botín. De las demás
fechorías jamás hallaron pruebas incriminatorias. Ni falta que hizo.
Recuerdo que un día de verano, tras haber pasado un rato agradable en su
compañía, salieron a dar un paseo como tenían por costumbre cuando ya el Sol
dejaba de apretar. Ese día me quedé observando cómo se alejaban lentamente
por el camino ayudándose el uno al otro agarradicos del brazo mientras el
astro rey desaparecía tras las pajizas laderas del cerro de la Urrieta. Y me
dije: ahí los tienes, colega, toda la putta vida juntos y míralos cómo se
quieren todavía; quedando esa tierna, y a la vez triste, imagen grabada en
mi disco duro. Tierna, como he dicho, al ver el gran amor que todavía se
procesaban después haber pasado más de medio siglo juntos. Algo casi
inaudito hoy en día. Y triste porque ese día experimenté por primera vez esa
sensación que hace que a uno se le encoja el estómago mientras se le
humedecen los ojos al darse cuenta de que ya pocos años más iba a poder
disfrutar de su entrañable compañía.
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Palazuelo de las Cuevas
Municipio: San Vicente de la Cabeza
Comarca: Aliste
Provincia: Zamora
CCAA: Castilla Leon
Altura Media del municipio: 799
Latitud en grados decimales: 41.817
Longitud en grados decimales: -6.267
Coordenada X UTM Huso 30: 228658
Coordenada Y UTM Huso 30: 4634663.4
Huso UTM: 29
Cuadrícula UTM: QG23
Latitud en grados, min y seg: 41, 49, 0
Longitud en grados, min y seg: -6, 16, 0
Código Ine: 49208
Hoja del MTN 1:50000 : 338
Ver imagen de satélite
Esta vista se pude ver en la siguiente dirección del Ministerio de Agricultura Pesca y Alimentación
http://sigpac.mapa.es/fega/visor/
podéis recorrer toda España a vista de pájaro.
Casa Rural en Palazuelo de las Cuevas, aquí podréis encontrar información sobre teléfono, habitaciones, servicios...
Imagen de la casa rural de Palazuelo